12/11/2016

A todo lo largo de la competencia con Hillary Clinton, el presidente electo se ufanó de hacer las cosas a su manera y no prestar mucha atención a lo que se considera la gestión normal de una campaña presidencial.

Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos siguiendo una estrategia totalmente heterodoxa que ha dejado a los expertos en campañas electorales rascándose la cabeza.

Le habían acusado de tener la peor campaña de la historia reciente, de descuidar aspectos básicos como el gasto en anuncios de televisión, la apertura de oficinas o la contratación de estrategas experimentados. Pero el candidato republicano a la presidencia demostró que es posible ganar de otra forma.

Trump estaba haciendo todo lo que no debía hacerse si quería tener una operación exitosa, empezando por no tener una estrategia para seducir a las minorías, sobre todo los hispanos, un grupo que tras la derrota de 2012 los republicanos prometieron cortejar.

La campaña misma tuvo problemas de organizacion y tres directores en menos de 4 meses, cosa que confabulaba contra la aplicación de una estrategia victoriosa.

Para mayor complicación, durante algún tiempo se dio el caso de que el nominado no contaba con el total respaldo del partido y su maquinaria de movilización de electores. El candidato no contaba con la organización mínima necesaria para llevar adelante una campaña en forma. O al menos eso era todo lo que se decía entre veteranos de esas lides.

Clinton "sin energía"

Lo de Trump fueron los mítines gigantescos, el altavoz gratuito de Twitter y una atención mediática desproporcionada que le facilitó promever su mensaje.

La madrugada del martes 9 de noviembre, después del discurso de victoria del presidente electo, su jefa de campaña, Kellyane Conway, explicaba la fórmula del éxito a los reporteros.

"Nos dimos cuenta de que las multitudes importan y aparecer en los estados de batalla importa y recibir cobertura mediática local importa a la gente que vota en ese estado", decía Conway.

A sus 70 años, Trump siguió un ritmo de eventos extenuante para cualquier otro candidato. En los últimos dos días de campaña dio cinco mítines en cinco estados distintos cada uno de los días.

En comparación, Hillary Clinton organizó muchos menos presentaciones a lo largo de la campaña. La candidata a veces desapareció de vista durante varios días, como en las jornadas previas a los tres debates.

Mientras ella dedicaba arduas jornadas de preparación a esos encuentros, el republicano ignoraba por completo los consejos de asesores y obviaba las tradicionales sesiones de simulacro. De hecho, el consenso de los conocedores y las encuestas, esos estudios tan desprestigiados hoy justamente por el triunfo republicano, indicaban que ella ganó los tres careos.

En cuanto a los asuntos del dinero, Trump desafió la máxima de que el dinero gana elecciones. Según estudios, el candidato que gasta más en una campaña gana en un 91% de las ocasiones.

El republicano fue aquí uno de esos casos excepciones. Gastó unos $238.9 millones hasta mediados de octubre, alrededor de la mitad de los $450.6 millones de Clinton. Eso supone que a Trump le costó cada voto electoral unos $859,538 frente a los $1.97 millones de su rival.

Así, Trump no invirtió durante buena parte de su campaña en empleados considerados cruciales en un equipo de campaña como los encuestadores, un sector que ahora está siendo severamente cuestionado por su fallo colectivo para prever la victoria del republicano.

Trump y los suyos habían sido ridiculizados después de que un artículo publicado por New York Times dos días antes de la elección revelara que usara una herramienta de acceso gratuito en internet como el mapa electoral de la web www.270towin.com.

Su déficit en número de oficinas y empleados en los estados clave era mayúsculo y llevó a muchos a augurar que acabaría pasándole factura conforme se iban conociendo en los días previos a la elección los datos de voto temprano supuestamente favorables a Clinton.

En el estado crucial de Florida, que acabó ganando, Trump solo tenía una oficina a principios de septiembre frente a las 51 de Clinton.

Trump empleaba a finales de agosto a 131 personas; Clinton a más de 800.

Trump también gastó mucho menos que Clinton en anuncios de televisión. Sin contar el dinero invertido por los grupos externos como Súper PACs, Trump pagó solo $74 millones por publicidad de este tipo, menos de la mitad de los $154 millones del candidato republicano Mitt Romney en 2012. Clinton por su parte gastó $211 millones, cerca de los $241.5 millones de Barack Obama en su campaña por la reelección.

 

 

Para más información visita:http://www.univision.com/noticias/elecciones-2016/como-trump-gano-la-presidencia-saltandose-todas-las-reglas-del-manual-basico-de-campana?hootPostID=2500212c6330236f702ed32b4dacc906   Todo el crédito a: Univisión

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